Te sientas a comer

 ¿Qué narices? te dices a ti mismo, pues ya que estás, comes y bebes, porque realmente te sientes necesitado de recuperar energía, como si acabaras de llegar de una larga travesía a nado después de un naufragio. Tus articulaciones están entumecidas, sientes tu cuerpo muy cansado, y, sin embargo, tenso y preparado para la acción. En cualquier caso, allí sentado, descubres que la comida es sabrosa y abundante, un guisado de ternera jugosa con guisantes, zanahorias, eneldo y endibia. Sabroso, bien cocinado, y la bebida... tienes agua fresca, que parece recién sacada de un pozo de aguas subterráneas con una fuerte carga mineral y, además, hay una segunda jarra para que te sirvas, y lo haces, es hidromiel, dulce, potente en la garganta. Tras los bocados a la ternera y el largo trago de hidromiel, por fin alguien te habla y alzas la cabeza. Es la vieja.

-No abuses de la hidromiel, necesitarás tener el juicio bien templado para lo que viene... aunque me imagino que hacen falta al menos tres o cuatro jarras de ese licor para tumbarte.

Sonríes, parece haber oído hablar de ti y tu tolerancia al alcohol, pero sabes que se queda corta, harían falta al menos cinco jarras como esa para que tus rodillas temblaran.

Te acomodas en el respaldo.

-¿Qué es lo que viene?

-Lo que viene es entrar en unas ruinas, enfrentarse a quien haya en su interior y encontrar el huevo de un fénix.

-Ahá... entiendo, ¿para eso me has traído aquí y entiendo que también a estos dos? ¿Y tú quién eres, una bruja o algo así?

-Prefiero la palabra maga, en cualquier caso. Pero, en verdad... ¿Te interesa quién soy?  ¿o quieres que te hable de vuestra misión?

Háblame de ti.

Háblame de la misión. 

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